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Lo que pasa es que frecuentemente estos lugares de apariencia rancia sirven los platos con más cariño, honestamente.
No reniegan de su modernidad, ni la rechazan.
Es algo como la materia: ni se crea ni se destruye; simplemente se transforma.
Todo lo que puede encontrarse entre unos fogones y una travesía por el cosmos etéreo.
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